TEXTO CLAVE:“E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne,Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria”.1ª Timoteo 3.16
CONCEPTO CLAVE: “La Biblia habla de que hay un solo Dios y, al mismo tiempo, dice que hay tres personas en esa deidad, nombrándolas a cada una de ellas con los atributos de Dios.
OBJETIVOS EDUCATIVOS:Al finalizar la clase las hermanas y los hermanos podrán:
- Definir la trinidad cristiana como una de las doctrinas fundamentales de la iglesia.
- Comprender que tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento contienen la trinidad.
- Identificar las distintas características del Padre, Hijo y Espíritu Santo mostrados en La Biblia.
- Agradecer a Dios por permitirnos conocerle, amarle y esperarle hasta los días de la eternidad.
INTRODUCCIÓN
La palabra trinidad no aparece en la Biblia, sin embargo es la doctrina distintiva de la fe cristiana que abarca todo lo demás. Ella hace tres afirmaciones: que no hay sino un solo Dios, que cada una de las tres personas, Padre, Hijo, y Espíritu, es Dios, y que tanto el Padre, como el Hijo y el Espíritu son personas claramente diferenciadas. En esta forma se ha convertido en la fe de la iglesia.
Jesucristo, se muestra como coexistente con el Padre, y muestra una relación tan íntima y eterna con él, según lo leemos en los evangelios: “Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre” Juan 16.28 “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” Juan 17.5
Si bien no es una doctrina bíblica en el sentido de que no se puede encontrar formulación directa de ella en la Biblia, se puede ver que ella está en la revelación de Dios, implícita en el Antiguo Testamento y explícita en el Nuevo Testamento. Con esto queremos decir que, si bien no podemos hablar confiadamente de la revelación de la Trinidad en el Antiguo Testamento, no obstante una vez que la sustancia de la doctrina ha sido revelada en el Nuevo Testamento, podemos volver hacia atrás y comprobar la existencia de muchas implicancias de ella en el Antiguo Testamento.
A. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Se puede entender que en épocas cuando la religión revelada tenía que hacerse valer en un entorno de idolatría pagana, nada que pudiese poner en peligro la unidad de Dios podía darse libremente. El primer imperativo, por consiguiente, consistía en declarar la existencia del único Dios, vivo y verdadero, y a esta tarea se dedica principalmente el Antiguo Testamento. Pero ya en las primeras páginas del Antiguo Testamento se nos enseña a atribuir la existencia y la persistencia de todas las cosas a una fuente tripartita.
Hay pasajes donde Dios, su Palabra y su Espíritu aparecen juntos, como, por ejemplo, en el relato de la creación donde Elohim aparece creando por medio de su Palabra y su Espíritu (Génesis 1:2-3). Se piensa que Génesis 1:26 apunta en la misma dirección, porque allí se afirma que Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”, seguido por la afirmación de su cumplimiento: “Y creó Dios al hombre a su imagen”, caso notable de intercambio del plural y el singular, lo cual sugiere pluralidad en la unidad.
Hay muchos otros pasajes donde Dios, su Palabra y su Espíritu aparecen juntos. En Isaías 63:8-10 vemos que son tres los que hablan, el Dios del pacto con Israel (versículo(s) 8), el ángel de la presencia (versículo(s) 9), y el Espíritu “enojado” por su rebelión (versículo(s) 10). Tanto la actividad creadora de Dios como su gobierno se asocian, posteriormente, con la Palabra personificada como “Sabiduría” (Pro_8:22), como también con el Espíritu como dispensador de todas las bendiciones, y fuente de la fuerza física, el valor, la cultura y el gobierno (Éxodo_31:3; Números_11:25; Jueces_3:10).
La triple fuente revelada en la creación se hace más evidente aun a medida que se desenvuelve la redención. En una etapa antigua encontramos los notables fenómenos relacionados con el ángel de Yahvéh, que recibe y acepta honores divinos (Génesis_16:2-13; Gén_22:11-16). No en todos los pasajes del Antiguo Testamento donde aparece esta designación se refiere a un ser divino, porque está claro que en pasajes tales como 2 Samuel_24:16; 2 Reyes_19:35, se hace referencia a un ángel creado investido de autoridad divina para la ejecución de una misión especial. En otros pasajes el ángel de Yahvéh no sólo lleva el nombre divino, sino que tiene dignidad y poder divinos, dispensa liberación divina, y acepta homenaje y adoración propios únicamente de Dios. En resumen, al Mesías se le atribuye deidad, aun cuando se lo considera como persona diferenciada de Dios mismo (Isaías_7:14; Isaías_9:6).
El Espíritu de Dios recibe prominencia también en relación con la revelación y la redención, y se le asigna su función en la dotación del Mesías para su obra (Isaías_11:2; 42:1; 61:1), y en la de su pueblo para responder con fe y obediencia. Así, el Dios que se reveló a sí mismo objetivamente por medio del Ángel mensajero se reveló a sí mismo subjetivamente en y por el Espíritu, dispensador de todas las bendiciones y dones en la esfera de la redención.
B. EN LOS EVANGELIOS
A modo de contraste debemos recordar que el Antiguo Testamento fue escrito antes de que se hubiese dado a conocer con claridad la revelación de la doctrina de la Trinidad, y el Nuevo Testamento después de ella. En el Nuevo Testamento la encontramos particularmente en la encarnación de Dios Hijo, y en el derramamiento del Espíritu Santo. Pero por tenue que sea la luz en la antigua dispensación, el Padre, el Hijo y el Espíritu del Nuevo Testamento son los mismos que los del Antiguo Testamento.
Puede decirse, no obstante, que como preparación para el advenimiento de Cristo, el Espíritu Santo se hizo presente en la conciencia de hombres temerosos de Dios en medida desconocida desde el cierre del ministerio profético de Malaquías. Juan el Bautista, más especialmente, tuvo conciencia de la presencia y el llamado del Espíritu, y es posible que su predicación tuviese referencia trinitaria. Llamaba al arrepentimiento para con Dios, a la fe en el Mesías venidero, y hablaba de un bautismo del Espíritu Santo, del cual su bautismo con agua era símbolo (Mateo_3:11).
Las épocas especiales de revelación trinitaria fueron las siguientes.
(i) La anunciación. La participación de la Trinidad en la encarnación le fue revelada a María en el anuncio angelical de que el Espíritu Santo vendría sobre ella, el poder del Altísimo le haría sombra y el niño que había de nacer de ella sería llamado Hijo de Dios (Lucas_1:35). De esta manera se dio a conocer que el Padre y el Espíritu participarían en la encarnación del Hijo.
(ii) El bautismo de Cristo. En el bautismo de Cristo en el Jordán se pueden distinguir las tres Personas, el Hijo que es bautizado, el Padre que habla desde el cielo en reconocimiento de su Hijo, y el Espíritu que desciende en el símbolo objetivo de la paloma. Jesús, habiendo recibido así el testimonio del Padre y del Espíritu, recibió autoridad para bautizar con el Espíritu Santo. Juan el Bautista parece haber reconocido muy pronto que el Espiritu Santo vendría del Mesías, y no simplemente con él. La tercera Persona era por lo tanto el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo.
(iii) La enseñanza de Jesús. La enseñanza de Jesús es trinitaria en su totalidad. Habla del Padre que lo había enviado, de sí mismo como el que revela al Padre, y del Espíritu como aquel por el cual él y el Padre obran. Las interrelaciones entre Padre, Hijo y Espíritu se hacen resaltar en todas partes (véase Juan. 14.7, 9-10). Declaró enfáticamente: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador (Abogado), para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad” (Juan_14:16-26). Se hace por lo tanto una distinción entre las tres Personas, y también una identificación. El Padre que es Dios envió al Hijo, y el Hijo que es Dios envió al Espíritu, que también es Dios. Esta es la base de la creencia cristiana en la “doble procesión” del Espíritu. En sus disputas con los judíos Cristo insistió en que su carácter de Hijo no provenía simplemente de David, sino de una fuente que lo convertía en Señor de David, y que ya lo era cuando David pronunció las palabras (Mateo_22:43). Esto indicaría tanto su deidad como su preexistencia.
(iv) La comisión del Señor resucitado. En la comisión dada por Cristo antes de su ascensión, con instrucciones a los discípulos sobre ir por todo el mundo con su mensaje, hizo referencia concreta al bautismo “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Es significativo que el nombre sea uno, pero que dentro de los límites de ese único nombre haya tres Personas claramente diferenciadas. La Trinidad como tri-unidad no podría expresarse de modo más claro. Mateo 28.19
C. Los escritos neotestamentarios
El testimonio que ofrecen los escritos del Nuevo Testamento, aparte de los evangelios, es suficiente para mostrar que Cristo había instruido a sus discípulos en lo tocante a esta doctrina en mayor medida de lo que registra cualquiera de los cuatro evangelios. Con decisión y entusiasmo proclaman la doctrina de la Trinidad como la triple fuente de la redención. El derramamiento del Espíritu en Pentecostés hizo que la personalidad del mismo adquiriese mayor prominencia y al mismo tiempo arrojó nueva luz sobre el Hijo. Pedro, al explicar el fenómeno de Pentecostés, lo representa como una actividad de la Trinidad: “Este Jesús … exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís” (Hechos_2:32-33). De modo que la iglesia de Pentecostés estaba fundada en la doctrina de la Trinidad.
En 1ª Corintios hay una mención de los dones del Espíritu, la diversidad de servicios para un mismo Señor y la inspiración de un mismo Dios para la obra (1 Corintios_12:4-6).
Pedro traza la salvación a la misma fuente tri-unitaria: “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro_1:2). La bendición apostólica: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (2Co_13:14), no sólo resume la enseñanza apostólica, sino que interpreta el significado más profundo de la Trinidad en la experiencia cristiana, la gracia salvadora del Hijo que da acceso al amor del Padre y a la comunión del Espíritu.
Lo que resulta sorprendente, sin embargo, es que esta confesión de Dios como uno en tres se llevó a cabo sin lucha y sin controversia, por un pueblo adoctrinado por siglos en la fe del Dios único, y que al ingresar en la iglesia cristiana no consideraba que estaba haciendo un corte con su antigua fe en ningún sentido.
En cuanto a la relación existente entre las tres personas hay distinciones reconocibles.
a) Unidad en diversidad
Dios es uno en su ser esencial, pero que en su ser hay tres Personas, que no obstante no conforman individuos separados y distintos. Son tres modos o formas en las que existe la esencia divina. Pero en el ser de Dios no hay tres individuos, sino tres auto distinciones personales en el seno de una sola esencia divina.
b) Igualdad en dignidad
Hay perfecta igualdad en naturaleza, honor y dignidad entre las tres Personas. La paternidad pertenece a la esencia misma de la primera Persona y así fue desde toda la eternidad. Es propiedad personal de Dios, “de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra” (Efesios_3:15).
Al Hijo se le llama “unigénito” quizá para sugerir su carácter único más que derivación. Cristo siempre se atribuyó una relación única con Dios como Padre, y los judíos que lo escucharon aparentemente no tuvieron dudas en cuanto a lo que pretendía. De hecho intentaron matarlo porque “decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Juan_5:18).
El Espíritu se revela como la persona que con exclusión de toda otra conoce las profundidades de la naturaleza de Dios: “Porque el espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios… nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Corintios_2:10). Esto es como decir que el Espíritu no es sino “Dios mismo en la más profunda esencia de su ser”.
Esto pone el sello de la enseñanza neotestamentaria sobre la doctrina de la igualdad de las tres Personas.
C. Diversidad en las funciones
En las funciones asignadas a cada una de las Personas en la Deidad, especialmente en cuanto a la redención del hombre, resulta claro que se incluye un cierto prado de subordinación (en relación, si bien no en naturaleza); primero, el Padre, segundo, el Hijo, tercero, el Espíritu. El Padre obra a través del Hijo por medio del Espíritu. Así, Cristo puede decir: “El Padre mayor es que yo.” Como el Hijo fue enviado por el Padre, así el Espíritu es enviado por el Hijo. Como era función del Hijo revelar al Padre, así la función del Espíritu es revelar al Hijo, tal como lo expresó Cristo: “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan_16:14).
Se ha de reconocer que la doctrina surgió como expresión espontánea de la experiencia cristiana. Los primitivos cristianos se sabían reconciliados con Dios Padre, y sabían que esa reconciliación fue asegurada por la obra expiatoria del Hijo, y que ella les era comunicada en forma de experiencia por el Espíritu Santo. Por lo tanto para ellos la Trinidad fue un hecho antes de convertirse en doctrina, pero a fin de preservarla como parte del credo de la iglesia fue preciso formular la doctrina.
III. Consecuencias de la doctrina
Las consecuencias de esta doctrina son de suma importancia no sólo para la teología, sino para la experiencia y la vida cristianas.
- Significa que Dios es revelable
- Significa que Dios es comunicable
- Significa que la Trinidad es la base de toda verdadera comunión en el mundo
La comunión cristiana es, por lo tanto, lo más divino que hay en la tierra, el equivalente terrenal de la vida divina, tal como Cristo oró por sus seguidores: “Que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros” (Juan_17:21).
D. Proporciona variedad a la vida del universo
Los términos Trinidad, o “trinitario”, o “trino”, etcétera, no aparecen en las Sagradas Escrituras. Surgieron entre los cristianos como resultado de observar la forma en que la Biblia presenta a Dios, especialmente en el Nuevo Testamento. La Biblia habla de:
Dios el Padre. “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad” (Juan_14:16-17). “… para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti” (Juan_17:21). “Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Romanos_1:7).
Dios el Hijo. “… ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?” (Juan_10:36). “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan_5:20).
Dios el Espíritu Santo. “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo…? No has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos_5:3-4). “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios_3:16). “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios_6:19).
Estos, como en muchísimos otros textos, se hacen referencias directas a Dios, llamándosele Padre, o Hijo, o Espíritu Santo. Al mismo tiempo, el Nuevo Testamento continúa con la enseñanza del Antiguo Testamento en cuanto a que Dios es uno (“Porque hay un solo Dios” [1 Timoteo_2:5]). De manera que no se puede negar que la Escritura llama Dios al Padre, llama Dios al Hijo, y llama Dios al Espíritu Santo, insistiendo en que éstos, a su vez, son uno. Buscando una manera de referirse a ese hecho, los cristianos crearon el término Trinidad.
El Padre sabe (“… vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad…” [Mateo _6:32]). El Hijo sabe (“Padre, gracias te doy por haberme oído, yo sabía que siempre me oyes…” [Juan_11:41-42]). El Espíritu Santo sabe (“… porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” [1 Corintios_2:10-11]).
El Padre siente (“El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano” [Juan_3:35]. El Hijo siente (“… para que el mundo conozca que amo al Padre…” [Juan_14:31]). El Espíritu Santo siente (“O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?” [Santiago_4:5]).
El Padre tiene voluntad propia (“Padre nuestro…. Hágase tu voluntad” [Lucas_11:2]). El Hijo tiene voluntad propia (“… pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” [Lucas_22:42]). El Espíritu Santo tiene voluntad propia (“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros…” [Hechos_15:28]).
Reconociendo nuestra incapacidad de entender este misterio, los cristianos estamos en la obligación de atar nuestros pensamientos y lenguas al texto de la Palabra de Dios. Las alusiones a la Deidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo son tan frecuentes que no hay manera posible de eludir esta verdad, a menos que se haga violencia al texto bíblico. El hecho es que la Biblia habla de que hay un solo Dios y, al mismo tiempo, dice que hay tres personas en esa deidad, nombrándolas a cada una de ellas con los atributos de Dios. Quien primero utilizó la palabra trinitas fue Tertuliano, pero también la usaron hombres como Orígenes, Ireneo, y Agustín. Desde entonces se hizo popular el uso del vocablo Trinidad en la teología cristiana.
En realidad, el Antiguo Testamento contiene el concepto de pluralidad en la unidad divina, porque la palabra más utilizada para referirse a Dios es Elohim, en plural, la cual aparece unas dos mil quinientas veces en el AT. Esto no quiere decir, sin embargo, que los que leían la palabra Elohim en el AT tenían el mismo concepto que hoy es corriente después del NT.
El hecho de que Dios se encarnara, que se hiciera hombre, es algo que no cabe en la mente finita del hombre, que está acostumbrada a juzgarlo todo de acuerdo con las categorías de espacio y tiempo. Es algo imposible en el mundo de la física, dicen. Por eso surgieron muchísimas discusiones y opiniones heréticas en la historia de la Iglesia. Entre ellas:
- a) El “subordinacionismo”, que decía que sólo el Padre es verdadero Dios, mientras que las otras dos personas eran creadas. Se incluye aquí el “arrianismo”, que alegaba que el Verbo era la criatura del Padre que le había servido para la creación de todas las cosas; y el “macedonianismo”, que enseñaba que el Espíritu Santo era una criatura del Hijo.
- b) El “monarquianismo”, que se divide generalmente entre los “dinámicos”, que enseñaban que Jesucristo era un mero hombre que fue creciendo bajo la influencia del Espíritu Santo, pero que nunca poseyó la esencia divina, y los “modalísticos” o “sabelianos”, que reconocían que había un solo Dios, pero decían que éste tenía tres maneras diferentes de manifestarse.
- c) El “triteísmo”, cuyos seguidores enseñaban que las tres personas eran en realidad tres dioses distintos. Todavía en el día de hoy existen grupos que mantienen estas opiniones.
La doctrina de la Trinidad, sin embargo, sigue siendo fundamental para la inmensa mayoría de los cristianos, que reconocen que “indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria” (1 Timoteo_3:16).
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