Una lección sobre la paciencia y el juicio de Dios
Lucas 13.6 – 9
6 Dijo también esta parábola: Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. 7 Y dijo al viñador: He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra? 8 El entonces, respondiendo, le dijo: Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. 9 Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.
INTRODUCCIÓN: El evangelista, Lucas pone esta enseñanza en labios de Jesús de Nazaret, ubica esta parábola en un pasaje en el cual se realiza una llamada a la conversión y al arrepentimiento, y con ella estimula a los oyentes a rectificar sus conductas, advirtiéndoles que si no proceden al arrepentimiento de sus malas obras, la única garantía que hay es que perecerán igual que todos los demás.
En la Antigüedad, existía la costumbre de plantar higueras en una viña, una práctica que perduraba a pesar de haber sido desaconsejada. En la Biblia en general y en el Antiguo Testamento en particular, la higuera simboliza al pueblo de Israel o a la tribu de Judá. Se la considera, pues, un símbolo del pueblo de Dios.
La parábola de la higuera sin fruto es una de las ocho parábolas que terminan bruscamente sin que los evangelios brinden una interpretación directa de su aplicación. En esas parábolas, Jesús dejaba al oyente sacar su propia conclusión.
El uso de la higuera, que simboliza al pueblo de Israel, implica que la pertenencia al pueblo de Dios no significa una protección frente al juicio final, sino más bien que cada quien debe producir sus frutos. El árbol simboliza al pecador que no dio frutos de conversión. En la parábola, el hombre que es dueño de la higuera manifiesta claramente su disgusto y contrariedad al ver que la higuera no produjo frutos, lo que provoca su reacción. A pesar de la obstinación del árbol en no dar frutos (es decir, la obstinación del pecador en no convertirse), el viñador de la parábola, que bien puede representar al Señor Jesucristo, sale en defensa del árbol sentenciado, como si se tratase de una causa judicial, e insiste ante el dueño de la higuera en abrir un período de gracia antes de ejecutar la sentencia. Ese período de gracia significa la misericordia de Dios, de la que según esta enseñanza de la parábola no se debe abusar.
LA ENSEÑANZA DE JESÚS EN ÉSTA PARÁBOLA NOS DA BUENAS Y MALAS NOTICIAS
La parábola de la higuera estéril nos revela buenas y malas noticias. Las buenas nos enseñan que Dios es misericordioso y está dispuesto a perdonarnos y concedernos más tiempo, y las malas, que incluso la misericordiosa paciencia del Altísimo tiene límites; y el ser humano se tarda en tomar decisiones espirituales de arrepentimiento. Ni a usted ni a mí nos conviene estar en el lado opuesto al de Dios cuando se le acabe la paciencia. ¡Es mejor arrepentirnos mientras aún tengamos la oportunidad de hacerlo!
Los árboles frutales requieren de mucho cuidado y dedicación para poder producir deliciosos frutos año tras año. La fruta no aparece espontáneamente en las tiendas ni crece en el camión de reparto, sino que es el resultado de un laborioso proceso de cultivo y cuidados. Es muy placentero poder ser parte del proceso de crecimiento del fruto, ya que nuestros esfuerzos se combinan con la naturaleza para lograr una buena cosecha.
Un mensaje acerca del arrepentimiento
Al comienzo de Lucas 13 vemos que Cristo está siendo informado de “los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos” (v. 1). El gobernador romano de la provincia había cometido un acto terrible contra los galileos, pero no nos queda claro si fue a consecuencia de alguna provocación. ¿Fue aquel un acto de represalia por un ataque a los romanos, o solo un capricho del gobernador para hacer alarde de su crueldad y mantener así atemorizados a los ciudadanos? No lo sabemos; sin embargo, Cristo aprovechó este incidente para enseñar una lección profunda y, como era su costumbre, se valió de una parábola para enfatizar lo que quería que aprendiéramos. En Lucas 13:2 leemos lo que Jesús respondió: “¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”.
Salomón escribió en Eclesiastés 9:11-12 “11 Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos. 12 Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos”.
No siempre tenemos control sobre los hechos que nos afectan como consecuencia del apresurado ritmo de la vida y de los acontecimientos diarios. Jesús quiso demostrar que estas pobres personas eran como todos los seres humanos, con debilidades y fortalezas, y que repentinamente se vieron enfrentadas a un hecho que trastocó sus existencias.
En los siguientes versículos Jesucristo se refirió a otro suceso muy conocido y que había tenido lugar recientemente: el desmoronamiento de una torre sobre un grupo de personas que por casualidad pasaban por ahí: “O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:4-5).
Dos historias de la vida cotidiana; dos llamados al arrepentimiento, a cambiar el rumbo de nuestra vida. Con la frase “pereceréis igualmente”, Jesús les estaba advirtiendo que ellos podrían correr la misma suerte de aquellos que inesperadamente se habían visto involucrados en circunstancias más allá de su control, y cuyas vidas se habían esfumado en un abrir y cerrar de ojos. Este es un tema que debe llenarnos de humildad. No nos gusta mucho pensar en ello y, para ser honestos, la mayoría de nosotros se resiste a creer que la vida sea así, pero lo es. La vida no ofrece garantías de ninguna clase.
Todos los días escuchamos noticias acerca de accidentes, catástrofes naturales y ataques que cobran las vidas de muchas personas inocentes. La gente pierde propiedades, tierras y derechos por culpa de las acciones de terceros que jamás piensan en lo que es bueno, malo o justo. El mundo funciona de esta manera la mayor parte del tiempo, y debemos entender sus implicaciones. Jesús estaba siendo franco con las personas que lo estaban escuchando. En este mundo suceden cosas sobre las cuales no tenemos ningún control, y algunas veces, personas decentes y bien intencionadas –personas como usted y como yo se ven afectadas, ya sea por un impuestos, acusados de alguna cosa, enfermedades o simplemente estuvo en un lugar y hora equivocados.
Jesús quiere que entendamos muy bien esto para que hagamos todo lo que está a nuestro alcance, considerando que “tiempo y ocasión” pueden ocurrir en el momento menos esperado.
un mensaje de Cambio y producción
La palabra arrepentimiento no es muy popular en nuestros tiempos, y tal vez tengamos que consultar un diccionario para entender lo que significa. Su significado medular es cambiar; en otras palabras, dejar de hacer algo que no es productivo o que nos está llevando por mal sendero. Significa dejar de recorrer cierto camino en la vida, un camino que puede ser autodestructivo, y cambiar de dirección para seguir por un camino productivo.
Bíblicamente, y según lo que Cristo expresó aquí, significa dejar de quebrantar la ley de Dios y comenzar a obedecerla. Cristo lo dijo con la misma intención que usó cuando predicó por primera vez el evangelio del Reino de Dios, como lo indica Marcos 1:15: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”.
Esta declaración suya quiere decir que un nuevo sistema de vida está al alcance de la mano, y que debemos desarrollar una manera de pensar que encaje en él. Significa producir “frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:8).
Esto nos lleva nuevamente a la parábola. Una higuera que no da frutos en un viñedo es prácticamente inservible. Y si no ha dado frutos por tres años seguidos, el dueño quizá se vea forzado a tomar algunas medidas. No es que el árbol esté seco o ya no pueda dar fruto, sino que le ha faltado el cuidado adecuado y no hace más que marcar las estaciones del año. Lo mismo sucede con muchas personas: están vivas y respirando, pero no producen ningún fruto, pues viven sin arrepentirse de sus pecados y creen que el tiempo no se les acabará.
¿Y qué hay de usted? ¿Entiende el propósito de su existencia? ¿Puede encontrarle sentido a esta vida tan caótica, turbulenta y desigual? ¿Conoce el objetivo de su vida y lo que puede llegar a ser? Olvídese por un momento de la gran pregunta existencial sobre “el significado de la vida” y enfóquese solo en usted. ¿Qué finalidad tiene que usted respire, coma y ocupe un espacio en este planeta? Si no lo sabe, o si su respuesta es débil e insegura, medite un momento y considere la posibilidad de que esta higuera seca pudiera ser el símbolo de su vida. Usted está vivo y tiene “un lugar”, pero ¿está dando frutos? ¿Está vivo y formando parte de un plan muy superior que contempla a toda la humanidad? Usted puede encontrar las respuestas a estas preguntas, y ellas pueden tener un impacto positivo en su vida. Dios quiere que usted encuentre tales respuestas.
Dios alarga el tiempo para darnos oportunidad de cambiar
La respuesta del dueño de la viña para resolver el problema de la higuera estéril fue rotunda: “córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?” (Lucas 13:7).
Semejante solución era radical y definitiva. Este hecho nos demuestra una verdad acerca de Dios: el Eterno está lleno de misericordia y compasión; es paciente y amoroso, pero también es un Dios de justicia, y Cristo nos está advirtiendo que habrá un juicio final para todos los que hayan vivido, especialmente si han recibido su oportunidad, advertencias, y el beneficio de la duda. Cuando meditamos en la advertencia anterior, “a menos que se arrepientan”, aprendemos que hay una forma de evitar ser “cortados” y considerados sin valor.
¡No se desanime por esto! El resto de la parábola nos enseña que hay una salida. El cuidador de la higuera le dice a su dueño: “Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después” (Lucas 13:8-9). El cuidador le pide un año más para trabajar con el árbol, para hacerlo útil y productivo. Hay esperanza y confianza en que la sabia y diligente atención del cuidador logrará un nuevo brote de productividad, de manera que se puedan cosechar frutos en la próxima temporada. Esta es la clave de todo.
Aquí vemos que Dios tiene los roles de cuidador y de dueño de la viña. Esto nos demuestra que le pertenecemos y que él nos da espacio para crecer espiritualmente, pero también espera que demos “frutos” — el producto de una vida de obras buenas y justas. El apóstol Pablo explica que estas cualidades son el fruto del Espíritu de Dios.
El Eterno puede producir estos frutos en nuestras vidas cuando nos arrepentimos y creemos en el evangelio, sometiéndonos a él y dejando que su Santo Espíritu guíe nuestra vida. La parábola de la higuera intenta enseñarnos una verdad fundamental: con la ayuda de Dios, el arrepentimiento es necesario y posible. Él es paciente y nos concede tiempo para cambiar y dar fruto. No obstante, ninguno de nosotros sabe cuánto tiempo tiene, por lo cual es mejor empezar desde ya.
Cuando Dios juzga siempre lo hace con justicia, y solo él entiende la profundidad de nuestra vida. Él está consciente de cuidar su “viña” y el hecho de que él sabe en qué condiciones se encuentra cada uno de sus árboles es reconfortante. ¡Su deseo es que ninguno perezca! (2 Pedro 3:9), sino que todos produzcan abundante fruto y hereden la vida eterna. Pues esa es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.
Si este mensaje es de bendición para su vida, y usted nunca le ha entregado su vida y su voluntad a JESUCRISTO, le invitamos a que lo haga, que le abra su corazón a CRISTO, y que le obedezca solo a él de la siguiente manera: OYENDO CON FE LA PALABRA DE DIOS, CONFESANDO SUS PECADOS, ARREPINTIÉNDOSE DE TODOS SUS PECADOS, BAUTIZÁNDOSE PARA EL PERDÓN DE SUS PECADOS; Y PERSEVERANDO FIELMENTE EN LA IGLESIA QUE ÉL VINO A ESTABLECER EN ESTE MUNDO.
1 comentario en “PARÁBOLA DE LA HIGUERA SIN FRUTO”
Gracias y bendiciones hermanos. Me ayuda mucho este articulo de la biblia. Y pido al Espíritu Santo que me ayude a poder compartir con los hermanos y hermanas..