Job 24.12 – 17
“Desde la ciudad gimen los moribundos, Y claman las almas de los heridos de muerte, Pero Dios no atiende su oración. Ellos son los que, rebeldes a la luz, Nunca conocieron sus caminos, Ni estuvieron en sus veredas. A la luz se levanta el matador; mata al pobre y al necesitado, Y de noche es como ladrón. El ojo del adúltero está aguardando la noche, Diciendo: No me verá nadie; Y esconde su rostro. En las tinieblas minan las casas. Que de día para sí señalaron; No conocen la luz. Porque la mañana es para todos ellos como sombra de muerte; Si son conocidos, terrores de sombra de muerte los toman.”
Los males que afligen a las sociedades actuales y a las familias en los hogares, son el fruto de la desobediencia, que ha minado las vidas de cada persona; ya sea esto en el campo o en la ciudad, se respira la maldad, que brota del mismísimo corazón del ser humano; dañando al prójimo y sirviéndose de él. No se ve el bien, sino el mal que se hace y la humanidad ha olvidado el mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo. Véase Marcos 12.33
Duele el alma y es cierto, pero hoy, clama una madre por su hijo, porque sabe que anda en camino no bueno en esta vida; y quiere, anhela, desea y pide que cambie; pero el corazón de él, no está dispuesto a renunciar a su camino, porque su amor por la vida se enfrió, se perdió!. En Lucas 23.28 – 29 leemos:
Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.
LOS QUE NO CONOCIERON LA LUZ
Ellos son los que, rebeldes, nunca conocieron la luz, ni quisieron saber nada, porque sus caminos y sus veredas eran distintas, aunque, el consejo de Dios nunca les faltó y la luz verdadera que alumbra a todo hombre venía a este mundo (JESUCRISTO); San Juan en el relato del evangelio nos dice así: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.” Juan 1.4 – 5
Dios quiso que en su creación, nadie sufriera, nunca quiso que habitasen en tinieblas o en sombra de muerte o miedo todo el tiempo; estando atrapados, encadenados por las garras de la maldad. Dios quiso que su Hijo nos librase, y en él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres y las tinieblas no se pudieron resistir. En Juan 1.9 leemos: “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.” Juan 1.9
El mundo no quiso conocer a Dios, ni le quiere conocer aún, mucho menos obedecer; si la humanidad tan solo comprendiera que por salvarle, Jesús, ¡vino a morir aquí y mostrarles a todos que en él hay salvación y vida eterna! El propósito desde el principio fue, que el mundo fuese salvado; que ya no hubiesen madres llorando a sus hijos, y que no les vean enterrar el fruto de sus entrañas; pero son las decisiones humanas mismas, las que llevan al ser humano a esa condición.
San Juan nos dice así también:
“Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas”. Juan 3.17 – 20
Es un consejo claro, es un llamado, pero la humanidad prefiere sus tradiciones, prefiere su forma de vivir, lejos de la voluntad de su creador, ignorando todas las implicaciones que esa condición traerá para su eternidad y no mira más allá de lo que está delante de sus ojos! Y no viene a Dios para no recibir reprensión, ignorando que después de la reprensión, viene el arrepentimiento y el perdón de pecados junto con la salvación.
Sin duda alguna, todos nosotros, hemos pecado; contra nosotros mismos, contra Dios, contra el prójimo; pero mientras la vida permanezca en nosotros, podemos y debemos, arrepentirnos y confesarle a Dios nuestro error y nuestro deseo de ser perdonados y salvados!…
Job nos dice: “A la luz se levanta el matador; mata al pobre y al necesitado, Y de noche es como ladrón. El ojo del adúltero está aguardando la noche, Diciendo: No me verá nadie; Y esconde su rostro. En las tinieblas minan las casas. Que de día para sí señalaron; No conocen la luz. Porque la mañana es para todos ellos como sombra de muerte; Si son conocidos, terrores de sombra de muerte los toman.” Job 24.14 – 17
La maldad se maquina en el corazón y llena todo el ser invadiendo, invadiendo lo más íntimo del ser humano, y reduciéndolo a escombros o a un bocado de pan. “Porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan; Y la mujer caza la preciosa alma del varón.” Prov. 6.26
La gente huye de la reprensión, porque no le gusta oír que es urgente y necesario que se arrepienta y que crea en Dios, ya que es ¡el único que le puede salvar! Compartimos algunas promesas de Dios con ustedes:
Más a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Malaquías 4.2
Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte, estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. Hebreos 2.14 – 15
Quiera Dios bendecirle grandemente y le invitamos a que busque de Dios, y que se congregue con nosotros en las Iglesias de Cristo.