El evangelio es muy enérgico cuando insiste que el hombre se arrepienta. Juan el Bautista (el que bautiza o sumerge), vino a preparar el camino para Jesús y lo primero que hizo era llamar a los hombres al arrepentimiento, mediante para poder cumplir a Dios. Mateo dice: “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:1,2). Más tarde, cuando Juan había acabado su obra y se encontraba en la cárcel, se nos dice: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14,15).
Además de predicar el evangelio a los pobres y hacer bien a todos, llamó a doce hombres para que fueran sus apóstoles y para que se fueran a predicar. “Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen ” (Marcos 6:12).
Por motivo de la envidia, los líderes de la nación judía rechazaron a Jesús y lo condenaron a morir sobre una cruz. A los tres días, éste se levantó de la tumba y apareció a sus discípulos para enviarles a predicar por todo el mundo. Les dijo: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:46,47). El Libro de Hechos explica cómo ellos obedecieron este mandato de Jesús y salieron por todas partes predicando la palabra de Dios y explicando la necesidad del arrepentimiento a todas las gentes. Vamos a notar algunas de sus expresiones:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados ” (Hechos 2:38). “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3:19). “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Pablo dijo: “…anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hechos 26:20).
Estas referencias señalan cuán importante es el arrepentimiento. Sin arrepentirnos, moriremos espiritualmente y no iremos al cielo. Jesús dijo: “0s digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3). Si no nos arrepentimos, pereceremos!
IDEAS ERRONEAS ACERCA DEL ARREPENTIMIENTO
Algunos creen que el arrepentimiento es sólo sentirse culpable pero eso no es cierto. Por su prédica, Pablo hizo que el Rey Agripa se diera cuenta que era bastante pecadora y culpable. Pero el rey malo no se arrepintió y hasta donde sabemos, nunca fue perdonado por Dios.
Otros dicen que el arrepentimiento es tener miedo. Miedo de Dios o miedo de morir no es arrepentimiento. En una ocasión Pablo le predicó a un gobernador Felix, un hombre perverso, asesino, ladrón, mentiroso y adúltero. Leemos: “Pero al disertar Pablo acerca de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero, Felix se espantó, y dijo: Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré” (Hechos 24:25). Tuvo miedo, pero no se arrepintió.
Todavía otros afirman que el arrepentimiento es sólo tristeza por los pecados cometidos, pero no es cierto. Pablo escribió: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Corintios 7:10). La tristeza no es arrepentimiento, pero puede conducirnos al arrepentimiento.
¿QUE ES?
Esta palabra en griego significa “adueñarse de una nueva mentalidad“. Se refiere a un cambio de mente. La siguiente parábola de Jesús expresa muy bien su significado: “Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar a mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, Señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mateo 21.28-31).
LO QUE DIJO | LO QUE HIZO |
“Sí, Señor, voy”. | Y no fue |
“No quiero”. | Pero después arrepentido, fue |
El primer hijo rehusó obedecer a su padre, pero cambió de idea (se arrepintió) y fue. El muchacho transformó su mente, pensó de nuevo para luego hacer lo que su padre le había mandado. Arrepentimiento es una transformación de la mente.LAS DOS INGREDIENTES
Dos cosas que nos ayudan a arrepentirnos son la bondad de Dios y la tristeza según Dios. Para comenzar consideremos cuan bueno es Dios y lo malo que somos nosotros. Es paciente, afable, dispuesto a ayudarnos y lento en castigar. Esta bondad de Dios es una riqueza porque es abundante y lleva el propósito de ganarnos y hacernos repensar en cómo estamos pagando a Aquél que nos ha hecho tanto bien. Pablo dijo: “¿O menospreciáis las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento ? ” (Romanos 2:4).
Existen, por lo menos, dos clases de tristeza. La beneficiosa es la que produce la reflexión que desemboca en una nueva vida. La tristeza desafortunada que no lleva reflexión, sino la atracción fatal de pecar de nuevo. La tristeza buena es divina: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Corintios 7:10).
Nadie puede arrepentirse sin primero reconocerse como pecador. La verdad es que todos somos pecadores. Usted y yo somos pecadores. De punta de visto de Dios, no hay nadie mejor que otro. El pecado es como un viro que infecta a todos. Pablo escribe: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado” (Romanos 3:9). También dice: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Toda persona peca. Examine su propia vida y vea cuánto ha hecho. Deténgase y reflexione. ¿Podría usted traer a su memoria aquellas cosas que ha hecho conociendo que eran incorrectas – aquello que no debió haber hecho? ¿Ha ofendido a uno de sus amigos? ¿Ha mentido? ¿Ha caído en borrachera? ¿Ha sido culpable de fornicación? ¿No ha hecho aquello que es correcto a pesar de que usted tuvo la oportunidad de hacerlo? Todos sentimos vergüenza por lo malo que lo hicimos en el pasado y que no debiéramos haberlo hecho. Por otro lado, piense en el hecho de que Dios lo ama a pesar de todo y que desea lo mejor para usted. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16).
¡Reflexione! Dios lo amó tanto a usted que envió a su Hijo para que muriera por usted. Dios quiere que usted sea feliz y anhela que usted sea salvo. Dios es bueno. Nos da el sol y la lluvia con el fin de que abunden las preciosas cosechas, y para que seamos benditos en cuanto a la comida, ropa y vivienda. Todo lo bueno que tenemos se lo debemos a Dios.
Dios es bondadoso y ha hecho muchas y maravillosas cosas para nosotros, a pesar de que somos pecadores e indignos de sus dones. La bondad de Dios debería entristecernos por nuestro rechazo para con él y para con su gracia. La confrontación de la bondad de Dios con nuestro pecado debiera producir en nosotros la tristeza divina que origina un cambio en nuestro pensar en cuanto a nuestro modo de vivir y de actuar en el futuro. Nos lleva a tomar la decisión de dejar de practicar lo incorrecto para empezar a hacer lo correcto. Esta decisión se llama “arrepentirse”.
El arrepentimiento nos convierte en mejores personas y nos hace vivir de la manera que agrada a Dios. Juan el Bautista (el que sumerge) mandó a las gentes a hacer “frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:8). No es suficiente que sepamos que somos pecadores y que Dios es bueno. Tal conocimiento debiera encaminarnos a tomar la enérgica decisión de vivir una vida recta que está dispuesto a hacer cualquier cambio que sea necesario. El verdadero arrepentimiento resulta en una vida piadosa. El cambio de mente resulta en una vida cambiada. Es por eso que Dios insiste tanto en que nos arrepentimos y nos advierte que, de rehusar hacer, nos pereceremos.
UN MANDATO DIFICIL
En realidad, el arrepentimiento es un mandamiento difícil porque trata de la voluntad humana. El hombre es terco y no quiere admitir que se haya equivocado. Pero una vez que el hombre medite acerca de sus propios pecados y considere la bondad y paciencia de Dios, decidirá cambiar su forma y ser la clase de persona que Dios quiere que sea. Con esta decisión firme de arrepentirse, no vacilará en someterse al mandamiento del evangelio de bautizarse (sumergirse) para completar su conversión y alcanzar el perdón de los pecados.
Hechos 22:16 | “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate y lava tus pecados, invocando su nombre”. |
El arrepentido de verdad no debe detenerse hasta que haya salido por el otro lado, bautizándose (sumergiéndose) para quedar limpio de pecado. La conversión es así: oímos el evangelio; creemos esas buenas nuevas de salvación; nos arrepentimos de nuestros pecados; confesamos que Jesucristo es el Señor; y somos bautizados (sumergidos) para borrar nuestros pecados. En el acto del bautismo (inmersión) somos salvos por fe.
Este es el plan de Dios para salvar la humanidad. Conviene obedecer, por cuanto un día el Señor Jesús volverá y los no arrepentidos serán castigados.
2 Tesalonicenses 1:7-9 | “Cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder”. |
Romanos 2.2-9 | “Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? ¿O menospreciáis las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad. Pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego “. |
Usted, ¿se ha arrepentido según Dios?