La sanidad es un acontecimiento o proceso de devolver la salud a una persona. Tiene que ver con la curación de la enfermedad y la restauración a la vida plena.
Dios se ha interesado en la vida humana, conoce la fragilidad, sabe que somos polvo y se compadece en nuestra necesidad y provee aquello que necesitamos, nos dio la luz del sol, las plantas, el agua y tantas cosas más, para que por estos elementos seamos bendecidos con sanidad para nuestro cuerpo; y nuestra alma confíe en su creador.-
Alzaré mis ojos a las montañas; ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, Que hizo los cielos y la tierra. (Salmos 121:1-2)
En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. (Salmos 18.6)
He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Jeremías 33.6
La sanidad es un acontecimiento o proceso de devolver la salud a una persona. Tiene que ver con la curación de la enfermedad y la restauración a la vida plena.
Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias” (Salmos 103.3)
Dios siempre se interesa por el bienestar de sus hijos e hijas, lo ha mostrado a lo largo de la historia humana, dentro de ese plan de Dios, él quiere que sus hijos se decidan a obedecer, si lo hacen él les promete darles bendiciones, sanidad y vida para el cuerpo y el alma.-
“En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos” (2º Crónicas 16.12)
La sanidad, o la restauración a la vida, siempre es la obra de Jehová. Asa es condenado porque “en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos” en contraste con lo que enseña Jesús al decir que no son los sanos los que tienen necesidad de médico sino los enfermos; (véase Lucas 5.31)
Jesús se refería a la enfermedad más mortal que hay, que es la del pecado; declaramos que no es pecado buscar a los médicos cuando estamos enfermos, pero debemos poner a Dios primero; es decir, no menospreciar a Dios; y saber que él usará los medios necesarios para bendecirnos, ya sean personas (médicos, enfermeras, personal de salud)
“Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda” (Juan 5.6, 8)
Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. (Lamentaciones 3.22 – 23)
“En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22.2)
Ved ahora que yo, yo soy, Y no hay dioses conmigo; Yo hago morir, y yo hago vivir; Yo hiero, y yo sano; Y no hay quien pueda librar de mi mano.