“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48).
Se nos revela el anhelo del gran maestro, que invita a su creación, específicamente al ser humano a ser perfecto; nos muestra además que Dios es perfecto en todas las formas que nos podamos imaginar. ¿Cree usted que Jesús le pide a sus seguidores algo imposible? Si usted contestó que sí; es probable que sea uno de muchos millones de personas que en el mundo piensan que las cosas no son posibles, y probablemente así sea para el que lo piensa; porque en el cristianismo se debe caminar por fe; creyendo lo que no se ve y aceptando lo que solo se espera; cuando la fe es capaz de esperar y confiar en Dios, las cosas ocurren como las hemos creído. Además la perfección depende mucho de quien nos evalúe, y de la manera como lo haga; si es con amor, o con otro tipo de sentimiento ajeno a la bondad; así como un padre o una madre, miran en su hijo o hija, al ser más bello y perfecto que la vida y Dios les ha podido conceder; no miran los defectos, aunque estos estén presentes, porque el amor es el que perfecciona todas las cosas; y el amor de Dios es más sublime que todas las cosas que humanamente conocemos.
Muchos dirán: “errar es de humanos…” y se escudan en eso para seguir haciendo las cosas mal, entrando y saliendo de un mundo lleno de maldad y contaminando su corazón y su alma cada día; pero cuando aquél o aquella que quiere fortalecerse cada día en Dios, su Salvador; recuerda estas palabras: “Sed, pues, vosotros perfectos…” y está consciente de que no es algo que se logra instantáneamente, sino que es parte de un proceso de transformación, de vida, de cambio hacia lo positivo, hacia lo bueno que Dios manda. Pues “al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado”; la perfección se busca, cuando se desea, cuando queremos mejorar cada día de nuestra vida, cuando el amor es lo principal en nosotros; y se ve reflejado en la felicidad y en la confianza que prodigamos todo el tiempo.
La perfección, pues, va de la mano con la obediencia, a Dios, a los padres, a los líderes religiosos, a sus pastores que les llevan por el buen camino, y cuyo consejo procede de Dios, con el único propósito de redimirle sus culpas al que vive una vida ajena de Dios. Es lógico pensar que si somos hijos de Dios; y Dios es perfecto, como dice: “… como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”, entonces nosotros, también podemos llegar a serlo, no por méritos propios, sino por la gracia divina, que nos concede dones que no merecemos; esto por medio de la fe y la obediencia; que nos invitan constantemente a confiar en Dios.
Veamos algunos ejemplos:
- … ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra?… 2 Reyes 5.7
- … Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel. 2 Reyes 5.8
- … Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. 2 Reyes 5.10
- El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. 2 Reyes 5.14
- …Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora. Mateo 15.28
Dios está en los cielos y su Hijo nos ha enseñado el camino, él, que es perfecto, nos ayuda a que podamos alcanzar la perfección siguiendo sus enseñanzas.