Hechos 4.12
“Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”
No habría ninguna esperanza para la terrible condición que se ha apoderado del hombre, a causa del pecado, si no fuera por el gran amor que Dios tiene para con él. Por eso, era de esperar que el amor de Dios haría un plan para salvar al hombre de la servidumbre, potestad, culpabilidad y consecuencias del pecado, haciéndolo volver del camino de la perdición eterna al camino de la vida eterna. Este plan es el evangelio.
Los sacrificios ofrecidos por los judíos bajo la ley del Antiguo Testamento eran una figura del sacrificio de Jesús sobre la cruz, pero la sangre de tales sacrificios no podía quitar los pecados (Hebreos 10:4). Sin embargo, la sangre se hacía necesaria en el plan de salvación dado por Dios (Hebreos 9:22). Sólo la sangre de Cristo tiene poder para liberar al hombre del pecado, debido a que este Redentor no tenía pecado. Es por eso que su sacrificio resultó eficaz (Hebreos 4:15; 5:8,9; 1 Pedro 1:18,19; 1 Pedro 2:21,22).
Por cuanto Jesucristo es la figura principal del evangelio, así como su muerte es su tema central, es fácil comprender por qué Pablo entendió que su único trabajo era predicar del evangelio. Dijo: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Corintios 2:2). El evangelio no consiste sólo en la muerte de Cristo, sino también en su resurrección. Su sacrificio sobre la cruz hubiera resultado en vano si no fuera por su triunfó sobre la muerte al ser resucitado (I Corintios 14:20; Romanos 4:25). Por eso, el poder del evangelio incluye tanto su crucifixión como su resurrección. Lea 1 Corintios 15:14.
CÓMO LA BIBLIA PRESENTA LA SALVACIÓN
Considera los diferentes términos bíblicos que describen la liberación de pecado que Jesucristo otorga al hombre por medio del evangelio.
1. La Salvación
El hombre está perdido en el pecado y necesita ser rescatado, o salvo. Jesús es, sobre todo, quien nos salva del pecado. Sólo en él hay salvación. “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). “Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21). “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).
“Pero vemos aquél que fue hecho un poco menor que los ángeles, A Jesús, coronado de gloria y de honra a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. Porque convenía a aquél por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones autor de la salvación de ellos” (Hebreos 2:9-10). Lea también a Hebreos 7:25; 1 Pedro 2:25; 1 Timoteo 1:15; Romanos 8:1.
2. La Redención
La redención (rescate -comprado de nuevo-) . El pecador vive bajo la esclavitud del pecado y de Satanás (Romanos 6:16). No puede hacer nada, por cuanto carece del poder necesario, para liberarse de esta servidumbre. El precio que se ha pagado por su redención es el precio de la sangre que Jesús derramó sobre la cruz. “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:14). Lea Hechos 20:28; 1 Corintios 1:30; 1 Corintios 6:20; Hebreos 9:12. Al rescatar al hombre de la esclavitud del pecado, Jesús puso fin al poder y obra del diablo.
3. La Justificación
Cuando uno es salvo y redimido por el poder de la sangre de Cristo, es considerado justo, o justificado. “Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24). Uno es declarado justo, sin serlo, no por los méritos de uno, sino por el mérito de Cristo. Lea Hechos 13:38,39; Romanos 5:1,9; Tito 3:7.
4. La Reconciliación
Esta palabra se define como “el restaurar una amistad después de que se haya perdido”. Cuando uno comete su primer pecado, queda separado de Dios. Al ser salvo, redimido y justificado en Cristo, logra la reconciliación con Dios y uno es restaurado a su condición anterior.”Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él” (Colosenses 1:21, 22). “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:18,19). Lea Efesios 2:16,17.
5. El Perdón
Todo pecado es primeramente una ofensa contra Dios. Perdón es ser soltado como cuando se suelta un preso de los grilletes. Los pecados de uno son remitidos, perdonados, borrados y olvidados, como si nunca los hubiera cometido. Esta riqueza la tenemos gracias a la sangre de Cristo. “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7). Lea Hechos 5:31; 13:38; 26:18; Efesios 4:32; Colosenses 1:14; 3:13; 1 Juan 1:9; 1 Juan 2:12; Lea Mateo 26:28; Lucas 1:77; Hebreos 9:22.
6. La Limpieza
El pecado ensucia el alma del hombre. Así como usamos agua para lavarnos de la suciedad del cuerpo, también debemos sumergirnos en Cristo para que su sangre nos alcance, y para que de esa manera el alma quede limpia de la inmundicia del pecado. “…y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7). Lea 1 Corintios 6:11; Apocalipsis 7:14; Romanos 6:1-6. Para lograr la salvación, redención, justificación, reconciliación, perdón y el poder limpiador de Jesucristo y su sangre hay que alcanzar la gracia divina, porque todo lo que Jesús ha hecho por los pecadores se manifiesta en la gracia de Dios, sin la cual nadie, indudablemente, sería liberado de sus pecados. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos con pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos) y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús ” (Efesios 2:4-7). Lea Hechos 20:32; Romanos 3:24; Tito 2:11; Tito 3:7; Hebreos 2:9.
6. La Gracia
La palabra “gracia” expresa la idea de la bondad otorgada a alguien que no la merece. Se refiere a un favor inmerecido. Ningún pecador merece la salvación, sino el lago de fuego en el infierno (Romanos 1:32). Además, no hay nada que uno pueda hacer que le resulte suficientemente digno para borrar la culpa del pecado de su alma y así lograr ser aprobado por Dios. El misericordioso, amoroso Padre Celestial, sin embargo, envió en momento preciso, a su Hijo para que muriera en la cruz y así pudiera obtener la salvación para el hombre perdido. Por eso, cuando uno recibe la salvación por medio del sacrificio de Jesús, siendo redimido por su preciosa sangre, uno recibe lo que no merece. Recibe un regalo de Dios mediante la gracia (Efesios 2:7). Vea Romanos 6:23. Esta gracia es de parte de Cristo también. Puesto que Jesús, generosamente, se entregó asimismo a la voluntad de su padre, dejando su estado glorioso en el cielo, y aceptando las miserias y durezas de la vida humana, y por su dolor y muerte que hicieron posible que el hombre se liberara del pecado, se considera también que la salvación es por medio de la gracia de Cristo. “Aunque era rico, no obstante se hizo pobre por amor a vosotros”. Lea Filipenses 2:5-8 y 2 Corintios 8:9. “Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos…” (I Corintios 15:11).
NUESTRA ESPERANZA
Si queremos librarnos de nuestros pecados y encontrar lugar en el eterno reino de Dios, debemos estar seguros de que hemos llegado a Dios por medio de Jesucristo y su sangre (Juan 14:6). Pero si rechazamos tan grande salvación, perderemos nuestras almas para siempre en el infierno. Debemos ser diligentes en cuanto a nuestra salvación y estar seguros que hemos cumplido con los requisitos de Jesús. “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron” (Hebreos 2:1-3).
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